23 de noviembre de 2009

Cuéntame de que color es el mapa que no dibujaste*

Separarse.
Hacía años que no se encontraban.
Era raro. Una llamada por la noche que pedía a gritos una oportunidad.
Tenía tiempo. Le sobraban motivos.
Corría y corría. Todas las calles estaban cortadas.
Un gran concierto, una nueva salida.
Muchos problemas, pocas explicaciones.
Y un sólo motivo, para tanto.
Una sola persona, para otra.
En realidad, sólo había dicho que sí, para ignorar el resto de problemas.
Sólo lo había dicho para tener algo más que hacer.
Y sin quererlo, se había obligado a mentirse.
Había hecho una lista con todos los puntos por tratar.
Para intentar volar y encontrarse en otro lugar.
Para no abandonarse, borrando las palabras que duelan.
Conducir por autopistas desiertas, descubrir las horas perdidas.
Volver atrás por sus talones, encontrarse entre laberintos de surtidores.
Donde no existan las palabras, donde los segundos sobren. Donde los abrazos
estén prohibidos. Que los recuerdos suenen a estrofas marchitas.
Contarnos historias. Coartadas que sacrifiquen este corazón.
Había tenido que decirle que a las once en casa.
Que su vida había pasado, como una única canción en el reproductor.
Como un casette viejo, guardado en un diario de viaje.
Y un sillón acostado al lado de una cama vacía.
Unas sábanas que vislumbren estos huesos que corren, hoy.
Decirle que su voz sonaba igual, que la última vez que se despidieron en el muelle.
Que habían pasado años. Y almuerzos en la zona vip de aquel restaurante.
Y torceduras. Y lágrimas. Había dado alcance a veleros náufragos.
A cosas que suenan a "por qué no fuiste feliz"?
4 centímetros. Y muchas vueltas para llegar.
2 quilómetros que disparan justo al centro.
Entre yo y tú.
Y entonces te gustará contarme que lo has olvidado,
que no sabes porque me llamaste.
Y yo te contaré que me espera alguien en casa,
que el agua se asoma entre su piel y que sabe preparar café.
y empezarás a tartamudear, y recordarás todas las veces
que me miraste a los ojos y sentiste que me habías perdido.
Y nacerán dibujos, colores que inventarás y entonces me contarás
tus miedos. Y yo gritaré por dentro.
Correré lejos de aquí, te observaré des de la acera de enfrente.
La niña de los ojos verdes y el globo en la mano te saludará.
Y entonces, tú volverás a ser ese extraño que llamó un día a casa.
Y yo volveré a ser aquella chica de mirada triste que se subió al primer tranvía que cruzó la calle. Destino, ningún lugar.
Los recuerdos se olvidarán, se perderán.
Despertaremos del sueño y sólo habrán callejones sin salida,
que nos muestren que nunca hubo razón para permanecer quietos.
Un cigarrillo asoma entre tanto papel.
Recordar aquella vieja historia, coger un lápiz y un cuaderno y encontrar todos los sinónimos del mundo que puedan descifrar tanta parafernalia envuelta en cientos de sílabas.
Las mismas que esta canción.

4 comentarios:

  1. "Tenía tiempo. Le sobraban motivos."


    A veces recordar las cosas e intentar comprenderlas es peor... (o mejor, si te sacan una sonrisa...)

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  2. Los recuerdos se perderán, entre lágrimas y noches sin dormir, tienen que perderse, si no, qué sería de nosotros.

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  3. es como si le dieras al blanco que llevo escondido en la médula espinal.

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