7 de diciembre de 2011

Mudamos palabras y bailamos.

Vista desde Montserrat'11.
Hubo un día, puede que fuese un miércoles, en que el cielo se estrelló.
Dejamos los papeles volar hacia el suelo, las mantas en el recibidor y los corazones apunto de abrazarse en la habitación. Las luces de Navidad alumbraban la chimenea y los villancicos seguían girando en el tocadiscos que nos regaló tu abuelo. 
Nuestras manos temblando, y nuestros pies abrigados en calcetines de colores. El olor a gengibre en las galletas que reposaban en la bandeja del comedor, las que hicimos para Paula y Mateo. 
El telefono desconectado, las lágrimas recorriendo mi cara y tus brazos sujetándome fuerte. 
Ya no volvió a salir el sol, ya no volvimos a ser valientes. 
Hubo un día, en que el portazo sonó cómo un signo de interrogación. Desnudaste los armarios, la cocina tambaleó, te llevaste el café y las almendras. Las sonrisas desaparecieron.
El buscador de internet no nos devolvía. 
No aparecieron porqués, ni reproches. Desordenes.
No hubieron situaciones de estudio, ni respuestas...
Sólo silencio.
Noches.
Vacío. 
El olor a mandarina y a aroma de vainilla de mi acondicionador. Empezamos a conjugar verbos por separado y a formar hiatos allí dónde antes se formaban agudas. Empezamos a restar en lugar de multiplicar por dos, a escuchar canciones enjauladas, alimentadas de fines de mundo, de catastrófes.
Quemamos guías de viaje y recuerdos que no hicimos realidad, amurallamos nuestras miradas, grabamos conversaciones nocturnas, pasamos horas sin hacer nada. 
Nos reinventamos y nos vimos morir, fuimos cómo héroes y nos dejamos inundar. Nos mordimos el corazón.
Nos quisimos. 

2 comentarios:

  1. brutal el texto...sencillamente brutal. expresa tantísimo que casi no me atrevo a decir mas. solo que me gusto mucho, transmite tanto!

    un abrazo!

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  2. Las cosas sin más se deterioran y quizás no sea culpa de nadie o quizás culpa de las dos partes...

    Pero todo puede volver a ser como antes o al menos, de una forma parecida.

    Abrazos.

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