25 de enero de 2009

Te desnudas. Te quitas esa carcasa exterior que tanto te pesa. Te liberas.
Aparentar ser lo que no eres durante una mañana está bien, llegas incluso a su grado máximo de excitación; pero hacerlo durante 24 horas pesa, acaba con tu paciencia. Pero es tu trabajo, es a lo que te dedicas. A fingir. Intentas venderles a todos esos pusilánimes que tu eres la mejor, que tu compañía es la mejor. Y para eso tienes que meterte en el papel de "la mejor". Llegar a casa y ver que no hay nadie en ella deprime. Finges estar bien para los demás, finges no echarle de menos cuando te metes en la cama sola. Finges no importarte. Y recuerdas que para eso te pagan. Para vivir una mentira. Para levantarte por la mañana y acostarte por la noche creyendo que lo tuyo es de verdad pero en realidad no es más que una mentira muy gorda, que no sabes si puedes deshacer, ya.

Cuando aún os queriais, era diferente. Tu fingias por la mañana y le querías por la noche. Pero entonces, él empezó a fingir ( eso se contagia); a fingir que te quería, a hacerte regalos caros sólo para demostrarlo, pero su corazón le decía que ya no podía seguir fingiendo más y se fue.

Y tú, hoy, aunque estés desnuda frente al espejo, sigues fingiendo que no te importa nada. Pero no puedes más. Quizás hoy es el día para empezar a dejar de hacerlo. Mientras te metes en la ducha y el agua te quita todo aquello que has pintado por encima, todas las mentiras que te has creído días tras día. Estás destrozada. Lloras. Pero el dolor sigue ahí. Sólo tú, eres consciente del daño que te has hecho.


3 comentarios:

  1. Sólo estando en la piel de otra persona puedes saber el daño que las llagas de las cadenas que lo atan al mundo y sus circunstancias le están haciendo.

    Me ha gustado =)

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  2. En ocasiones nos hacemos mucho más daño del que creemos, nosotros somos los mayores culpables de nuestra tragedia...Un gran abrazo!

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  3. Lo peor de todo está en fingir... Cuando ya no se siente, no hay nada más que hacer. Fingir es de cobardes.

    Saludos, me gustó mucho tu entrada,
    Sara.

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